martes, 28 de julio de 2009

Una parte de mi


Nunca ajeno al desconcierto que su presencia impone, estudia la forma de no pasar desapercibido. Coqueto y seductor, se ha especializado en añadir pimienta allí donde vaya y, sin un ápice de pudor, desnudo aparece consciente de su hermosura. No le gusta el invierno que lo encierra encorsetando su libertad y busca desesperado entre los nubarrones grises de febrero aquel rayo de sol que le deje salir de su modorra. Cuando llega el calor, se despereza de su largo sueño, sonríe brillante, se transforma pleno de gozo y vuelve a las andadas importándole muy poco las miradas justicieras. No cree en tiempos ni en edades, no le funcionan las reglas que la gente asume como si de una religión se tratase. Le gusta recrearse ante los espejos, es bastante presumido, algo altanero, diría que hasta a veces un cretino.
A menudo se choca de bruces con el aburrimiento, en esas ocasiones es distante y lo provoca, no se acerca a sus espacios, colocando un muro, suele salir triunfante encarándose al mundo.
Si le hablas de decencia, desconoce su significado. La humildad no es su fuerte, se vacunó el pasado verano. Pero le gusta hablar de amor, sentirse acariciado. No renuncia a una noche de placer, es algo sátiro y no caer entre sus redes de conquista es toda una lucha silenciosa, juguetona.
Perdón, ¡qué falta la mía!, aún no os he aclarado, después de tanta línea, que éste del que sin tapujos hablo y que conozco pues con el me he criado, es mi ombligo, indecente y alocado que hace días me suplica le escribiera un relato.

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