viernes, 24 de julio de 2009

Encuentro


Cuatro de la tarde y ni un alma en la ciudad. Caminaba mochila al hombro sofocado por el calor, hambriento buscando un milagro, algún bar donde cobijarse del sol insensato que hoy se empleaba con avaricia sobre su cabeza. A lo lejos una figura se iba acercando, los tacones repicaban en la acera como una marcha militar, fuertes y seguros. Hizo una mueca de cansancio, miles de calles por las que transitar y precisamente la iba a encontrar ahora, tendría que saludar, ser cortés, preguntar por su vida….
Se iba acercando, no tenía escapatoria. Compuso su imagen, henchido el pecho y armado de valor, justo frente a frente alzó los ojos, sonrió y soltó un hola que retumbó en el silencio. Ella lo miró con indiferencia, luego el asombro acudió a su rescate y continuó su marcha sin detenerse…
Quedó allí, clavado, buscando mentalmente un escondite para su vergüenza. Se lo había repetido en muchas ocasiones y ésta era la confirmación absoluta de que debía cambiar su camino, buscar una óptica y dejar el almuerzo para otro día.

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